en esta edicion en Arquitectos al Fin del Mundo:

Horacio Borgheresi Ramírez

Casa Ringeling
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Horacio Borgheresi Ramirez

Conversación con Horacio Borgheresi

Horacio Borgeheresi me estaba esperando sentado en una silla y tapado con una manta de color azul. Mi misión era entrevistarlo. Llevaba preparada una lista de preguntas que hacerle, así que encendí mi grabadora y comenzamos. El ambiente era más bien frío y las respuestas más bien cortas. Me sentí un tanto frustrada ante la posibilidad de que la entrevista se tornara en algo más parecido a un cuestionario o a una encuesta. Sin embargo al corto rato comenzamos a soltarnos. Entramos en confianza, nos relajamos.  La pausada entrevista se convirtió en una fluida conversación donde me fue narrando pasajes, calles y avenidas de su azarosa vida. Escuchando historias tan alucinantes, dejé mi grabadora en play y me dediqué en un cien por ciento a escucharlo. Que viajó por Estado Unidos y Europa en la época dorada de la arquitectura, que conoció a personalidades de la talla Walter Gropius - tiene anécdotas de él nada menos que tomando el té en su casa -, que colaboró con Frank Lloyd Wright, su ídolo, y un cúmulo de otras vivencias que se dio el lujo de rematar nada menos que recitando, de memoria y sin pausas, un poema de Nicolás Guillén.  Finalizó la conversación refiriéndose a sus días como profesor con la siguiente frase: "La universidad no está hecha para formar, las personas van a la universidad y allí se forman solas". Lo dice un hombre que sabe: el gran ícono, profesor y personaje de la arquitectura chilena, pero sobre todo una gran persona Horacio Borgheresi Ramírez.      

                                                                                                              Gabriela Mardones.Directora Editorial Arkcisur Web Magazine / Agosto 2010
 

 

Período como estudiante de la PUC / Santiago de Chile 1947 - 1953        

  Su trayectoria académica  personal se inicia con estudios de pregrado realizados en la Escuela de Arquitectura de la Universidad Católica de Chile entre 1947 y 1953, obteniendo el Título de Arquitecto en 1955 con la Tesis "Estudio para una Prefabricación en Acero", en la cual desarrolla la proposición de un sistema constructivo basado en planchas de acero plegadas y dobladas, dando origen a un sistema de prefabricación que sirvió de modelo para los primeros pabellones que albergaron el crecimiento del Campus Lo Contador a partir de 1962 y en adelante, los que en su mayoría perduran hasta hoy. Este sistema de prefabricación partió siendo pensado como una estructura metálica que fuera laminada en frío con un mínimo de soldaduras y aprovechando la condición de la lamina para hacerle muñones mecánicas prácticamente sin utilizar soldaduras, el sistema fue implementado por la empresa metalúrgica CIMET y permitió construir asimismo más de 100 residencias particulares, colegios y edificios industriales.

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Prototipo Casa CIMET. Feria FISA 1962. Fotografía Antonio Quintana. Archivo H. Borgheresi.

Período  como becado / U.S.A y Europa  1956 - 1958  

     Esta tesis, evaluada con distinción unánime, le permitió acceder a una beca para seguir estudios de postgrado por dos años en el Massachussets Institute  of Technology  en Estados Unidos, donde alcanzó el grado de Investigador Asociado.  En su estadía en USA toma contacto con grandes maestros de la arquitectura moderna como Louis Kahn, Walter Gropius, Mies van der Rohe , Richard Neutra, Imre Halacz, y especialmente con Frank Lloyd Wright, quien se transformará en un importante referente para sus obras.En 1966 es  becado además por el British Council, recorriendo Europa y permaneciendo un mes en la oficina de Alvar Aalto.

Período como arquitecto y docente / Santiago Chile  1959 - 2001  

Debido a su participación en el proceso de  reestructuración de la Escuela de Arquitectura de la Universidad Católica en 1966  junto a los arquitectos Fernando Castillo y León Rodríguez, le valió ser nombrado Decano de la Facultad de Arquitectura y Bellas Artes en 1967, cargo que ejerce hasta 1969.

Al año siguiente, cuando  la Escuela de Arquitectura queda dividida en tres departamentos: de Arquitectura (DAUC), de Arquitectura y Obras (DAO) y de Urbanismo y Vivienda (DUV),  Horacio Borgheresi es elegido director del D.A.O , labor que ejerce con liderazgo y compromiso hasta 1973, destacándose en su rol de Profesor de Taller de Diseño Arquitectónico con una importante contribución en el perfilamiento y la calidad académica alcanzada por la Escuela de Arquitectura. Adicionalmente a estos cargos, en 1974 integra junto a otros profesores provenientes en su mayoría del DAO, el recién creado Servicio de Investigación y Práctica de la Arquitectura (SIPA), dando lugar al año siguiente al Programa de Investigación de Arquitectura y Práctica profesional (PIAPP).
Publicó tanto artículos en revistas como libros, entre éstos, es coautor del libro "Building with Plastic Structural Sándwich Panel"

Período como docente / Sur de Chile  2003-2008

En este período recibió el ofrecimiento de sus amigos Emilio Klein y Ernesto Illanes para participar en la fundación de la carrera de arquitectura en la Universidad de Puerto Varas, oferta que el aceptó de inmediato y se mudó al sur en compañía de su único hijo y se instalaron a vivir en la ciudad de Puerto Varas. Lamentablemente la carrera de arquitectura en dicha universidad no tuvo el éxito que se esperaba, a pesar de haber tenido un muy buen nivel, comenta el mismo Borgheresi. Luego en 2005 la universidad San Sebastián traslada las dependencias de la facultad hacia Puerto Montt, lugar dónde Horacio participó como docente.
Años más tarde regresa a Santiago, dónde es internado en una casa de reposo debido a su delicado estado de salud.
El 17 de junio del año 2012 fallece en Santiago de Chile.  

 

 

Las casas de Horacio Borgheresi

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Casa Ringeling

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Planta Casa Ringeling

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Casa Geisse 2

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Casa Geisse 2

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Casa Geisse 2

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Casa Geisse 2

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Casa Mena. Lo Curro, Santiago.

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Casa Mena

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Planta Casa Mena

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Casa Las Condes

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Casa Puentes, la Reina, Santiago

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Casa Puentes, la Reina, Santiago

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Casa Hevia

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Casa Hevia

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Casa Santo Domingo

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Casa Angelini

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Casa G.Scott. Las Condes, Santiago

 

 

HORACIO BORGHERESI Y LA PASION POR LA ARQUITECTURA

Fernando Pérez Oyarzun
Facultad de Arquitectura Diseño y Estudios Urbanos
Pontificia Universidad católica de Chile.

La posibilidad de dar un testimonio sobre el arquitecto Horacio Borgheresi  con ocasión del homenaje que la facultad le brinda, es también una invitación a que otros hagan lo mismo. Tal posibilidad nos hace volver la vista hacia la facultad de la memoria, un componente fundamental de nuestra humanidad. Descuidar nuestra memoria es descuidar esa misma humanidad; olvidar a otros es olvidarnos a nosotros mismos ya que gracias a ellos somos lo que somos. Por ello, mientras no sea concedida la gracia de la memoria es nuestro deber ejercerla y defender nuestra historia de la amenaza del olvido. Decir cómo se ha visto a alguien cercano y cuánto uno le debe no sólo honra al homenajeado: nos honra a nosotros mismos. 

Horacio Borgheresi era el decano de la Facultad de Arquitectura de la Universidad Católica cuando ingrese a la escuela en 1968. Había asumido ese cargo después de que Sergio Larraín lo ejerciera por 15 años, encabezando un recordado proceso de modernización de la enseñanza. No era poca responsabilidad. Era el año siguiente de la reforma de 1967. Quienes recién ingresábamos estrenábamos algunas de las novedades académicas que la reforma había traído consigo: un nuevo currículo, nuevos profesores. La escuela de arquitectura había estado en los inicios del movimiento. Tal circunstancia había conducido a Fernando Castillo Velasco, miembro de un comité de reforma de la escuela, a la rectoría. Se respiraba un aire de cambio no exento de tensiones.

Un decano es una figura impresionante y muchas veces lejana para un estudiante recién ingresado. Mi condición de delgado de primer año, sin embargo, me obligó a tratar con él con frecuencia, ya en reuniones personales, ya en consejos o asambleas académicas. Lo recuerdo como un personaje afable, intuitivo, de reacciones rápidas no siempre meditadas, elegante.

La crisis que se produjo en la facultad en 1969 multiplicó para mí las oportunidades de encuentro. Fui uno de los tres estudiantes que formaban parte de un comité que analizaba las oportunidades que se abrían para la escuela luego de una grave crisis interna que terminaría poniendo fin al decanato de Borgheresi. Recuerdo múltiples reuniones: en la escuela, en el estadio Santa Rosa,  en el café Villareal, en su propia casa. Esta última ha permanecido para mí como una de las impresiones arquitectónicas que marcaron mi formación. Ubicada en lo que entonces era la calle Lo Saldes, se entraba a ella por un pasaje adoquinado cubierto de vegetación hasta alcanzar el acceso. La casa, un volumen simple se ubicaba al fondo del terreno y lo dividía en dos. Al norte, un pequeño patio empedrado asoleado y repleto de macetas. Al sur, una superficie de césped sombreada y rodeada de arbustos. La sala de estar daba a ambos patios y tenía por tanto doble orientación. “No concibo una sala de estar sin doble orientación” me dijo en una ocasión Horacio, en una de sus típicas y definitivas sentencias, las mismas que me han dado vueltas en la cabeza por años y sin duda me han influido al decidir algún proyecto. La sala tenía un cielo bajo de madera, muy wrightiano, con un lucernario un poco más elevado al centro. En un rincón se encontraba la zona de comedor donde recuerdo una enorme fotografía de John Wayne que hablaba de las filiaciones norteamericanas de la sensibilidad de Horacio. No he podido olvidar esa casa.

Al dividirse la escuela en tres departamentos independientes y paralelos, opté por el Departamento de Arquitectura de Obras. La opción por un grupo de profesores frente a otro, no fue fácil para mí ni para los restantes estudiantes. Es probable que mi relación con Horacio y mi confianza en sus puntos de vista hayan influido en ella.  El asumió como director del departamento y por tanto continuó siendo mi autoridad académica. A mi vez, yo continué siendo delegado estudiantil debiendo por tanto asistir a múltiples consejos y reuniones. Así transcurrieron los años que van de 1970 a 1973. No fueron tiempos fáciles: la actividad académica estaba permanentemente atravesada por tensiones internas y externas. En las múltiples discusiones que con ocasión de ello se generaron no siempre estuvimos de acuerdo. Lo recuerdo porque no es bueno borrar esas diferencias y esas distancias, especialmente en la universidad. A pesar de ello, jamás dejé de apreciarlo y admirarlo como arquitecto y como profesor.

El segundo semestre de 1973 tomé con él mi último taller en la escuela. Las circunstancias no eran fáciles. Yo había sido parte de una serie de talleres experimentales que Juan Baixas había dirigido a su vuelta de Francia, los que no siempre habían sido bien comprendidos dentro del Departamento de Arquitectura de Obras.  Cuando escogí ese taller lo hice con el propósito declarado de demostrar que el interés que habíamos puesto en dichos talleres en los aspectos constructivos de la arquitectura, no necesariamente contradecía nuestro interés ni nuestra capacidad para el diseño. Recuerdo ese último taller como uno de los que me dio más satisfacciones en toda mi formación. Sin duda la presencia permanente y no pocas veces cariñosa de Horacio jugó un rol central en esa experiencia. La casa de ladrillo que proyecté, literalmente inspirada en las casas patios de Mies y no sin una cierta referencia a la casa de Horacio en Lo Saldes, permanece como uno de los buenos recuerdos de mi paso por la escuela. Ella fue juzgada en una comisión de examen en la que participaban Sergio Rojo y Enrique Browne. Todavía conservo entre mis papeles un dibujo suyo a mano alzada con las proporciones y detalles de una chimenea que delineó en una de las correcciones de tablero y poco después utilicé en lo que fue mi primerísima tarea profesional.

Recuerdo también sus enseñanzas sobre los detalles. Fernando – me decía- el marco de una puerta debe girar alrededor de todo el vano como lo hace en un cuadro. Hace unos meses viviendo en un hermoso departamento del siglo XIX en Uppsala, Suecia, y moviéndome por el departamento sin zapatos como se estila en el lugar, se me hacían vivamente presentes esos anchos marcos que sobresalen del nivel del suelo, precisamente porque giran alrededor de todo el vano. Las palabras de Horacio resonaban entonces frecuentemente en mi memoria. Como resonaban también cuando recorría algunas de la obras de Aalto bajo la inconfundible luz de Finlandia. Es que en un lugar tan apartado como Chile Horacio había acercado a una generación completa de estudiantes a esas realidades arquitectónicas a través de su experiencia directa de Mies, de Wright o de Aalto.

Hace falta un buen trabajo que describa la importancia que Horacio Borgheresi jugó en el panorama arquitectónico chileno de los años sesenta y comienzos de los setenta. El es autor de un conjunto de casas –entre ellas la ya mencionada en Lo Saldes y la que proyectó para el doctor Mena en Lo Curro- que se encuentran entre las más refinadas y cualificadas del período. Cuando recién egresado tuve que recomendar a un amigo el mejor arquitecto para encargar una casa no tuve dudas en dar el nombre de Horacio.

No apreció mayormente las aproximaciones intelectuales a la arquitectura. Tenía, en cambio, una aguda sensibilidad y una pasión incontenible por ella. Formó parte de una generación y una cultura para la cual conocimientos y convicciones estaban más cerca de la mano que de la palabra. Fue considerado un representante de lo que Zevi llamaba el pensamiento orgánico, pero tal denominación no termina de definir su actitud frente a la arquitectura. Era un admirador declarado de Wright, lo que no le impedía reconocer sus limitaciones y contradicciones personales. También de Alvar Aalto cuya obra conocía y contribuyó a difundir. Admiraba la radicalidad de un Mies, al que escogió como referencia para el taller que hicimos el 73. Sostenía que Mies podía imitarse con provecho, lo que no ocurría con Wright. Partiendo de tales preferencias, sus elaboraciones arquitectónicas tenían siempre rasgos de originalidad. A pesar de los cambios que ha experimentado Santiago todavía podemos contemplar los magníficos edificios de vivienda en Costanera Andrés Bello y Antonio Bellet, como también los que -en sociedad con Renato Parada- hizo en Manuel Montt y Providencia.

Uno de los roles más importantes jugados por Horacio en la universidad, además de sus cargos y su permanente actividad docente, está vinculado a la posibilidad de conectar la formación universitaria con la práctica. No en vano dirigió la Oficina de Prácticas Profesionales donde trabajó con éxito en diversos proyectos junto a algunos de los egresados más talentosos del período. Puede afirmarse que en la base del modelo que escogió para el Departamento de Arquitectura de Obras: enseñar involucrando a los estudiantes en el desarrollo de obras reales, está esa experiencia con las prácticas profesionales. Tal actitud, no pocas veces controvertida, dio origen a una serie de instituciones universitarias que se han ido prolongando, bajo distintas formas, ya por medio siglo en el ámbito de la facultad. Hoy día, son varias las escuelas en el mundo que han optado por generar organismos que relacionen la academia con la práctica, campo en la que Horacio Borgheresi tuvo una visión premonitoria. Cuando se habla tan insistentemente del diálogo universidad-sociedad y se insiste en las conexiones que debería haber entre investigación y necesidades sociales, no deberían olvidarse esas tempranas intuiciones en un área que no ha logrado, como hizo la medicina con el hospital clínico, crear una instancia donde la practica la investigación y la enseñanza se combinen.

El alejamiento de Horacio Borgheresi de la Universidad Católica con posterioridad a los acontecimientos políticos y universitarios de 1973, después de un último intento suyo por crear un organismo que vinculara investigación y práctica profesional, fue sin duda difícil para él. Tales circunstancias no le impidieron participar en empresas profesionales, colaborar con el Colegio de Arquitectos e incluso emprender nuevos proyectos académicos. Su trayectoria arquitectónica y universitaria, nos permite afirmar que el tejido cultural de la arquitectura de mediados del siglo XX en el Chile, no sería el mismo sin esa hebra representada por la presencia y la figura de Horacio Borgheresi.

 

Texto gentileza Fernando Pérez Oyarzun 
 
Fotografías gentileza Juan Luís Martinez